Es tan vivido el recuerdo de esos días cuando paseábamos por el bosque en bicicleta, juntando semillas, plántulas y esa tierra bien oscura que se forma debajo de la hojarasca de los arboles. De aquella época surgieron de semilla nuestros queridos palos borrachos (Chorisia speciosa), jacaranda (Jacaranda mimosifolia), brachiquitos y a hurtadillas, como visitantes inesperados, los zigzagueantes talas (Celtis tala). No paso más de un año, cuando nuestro balcón se había inundado de verdes helechos como el cuerno de alce (Platycerium bifurcatum) y el pequeñito culandrillo (Adiantun sp) entre otros, y demás plantas que fuimos coleccionando de patios ajenos, sobre todo de las abuelas, como las portulacas (Portulaca Sp) y los rayitos de sol (Mesembryanthemum roseum), o la flamante cresta de gallo, que por años adorno el patio de mi infancia.
El puesto de plantas de 48 y 6, se había vuelto la parada obligada de los paseos, y sobre todo cuando lo encontrábamos rebosante de aromáticas, y cactus. No había mes que destináramos una tarde (bueno, unasss tardes...) en algún vivero; todo en pos de robustecer nuestro mini patio.
Paso el tiempo, y vinieron las mudanzas, los que nos han ayudado alguna vez, saben que el traslado de las plantas, requería un exclusivo viaje (o dos), donde llenábamos la caja de la chata. En esos momentos pasaba que muchas plantitas tardaban en adaptarse, otras enseguida se acostumbraran, o lo peor, que no pasaran la temporada, a pesar de nuestro esfuerzo.
Llegamos al día de hoy, de alguna manera más instalados, en el que gentilmente nos han prestado un pedacito de fondo. Fue así, que decidimos encausarnos en la maravillosa actividad de la huerta, y junto con nuestras antiguas compañeras, han llenado nuestras tardes.
Lo maravilloso que tiene la vida, es que nunca hay uno solo comienzo, lo que iniciamos un día como una actividad de paseo, se ha convertido en parte fundamental de nuestras vidas y con ello, vino todo lo nuevo, el fondo, la huerta, el compost y el vivero, en casa!
El puesto de plantas de 48 y 6, se había vuelto la parada obligada de los paseos, y sobre todo cuando lo encontrábamos rebosante de aromáticas, y cactus. No había mes que destináramos una tarde (bueno, unasss tardes...) en algún vivero; todo en pos de robustecer nuestro mini patio.
Paso el tiempo, y vinieron las mudanzas, los que nos han ayudado alguna vez, saben que el traslado de las plantas, requería un exclusivo viaje (o dos), donde llenábamos la caja de la chata. En esos momentos pasaba que muchas plantitas tardaban en adaptarse, otras enseguida se acostumbraran, o lo peor, que no pasaran la temporada, a pesar de nuestro esfuerzo.
Llegamos al día de hoy, de alguna manera más instalados, en el que gentilmente nos han prestado un pedacito de fondo. Fue así, que decidimos encausarnos en la maravillosa actividad de la huerta, y junto con nuestras antiguas compañeras, han llenado nuestras tardes.
Lo maravilloso que tiene la vida, es que nunca hay uno solo comienzo, lo que iniciamos un día como una actividad de paseo, se ha convertido en parte fundamental de nuestras vidas y con ello, vino todo lo nuevo, el fondo, la huerta, el compost y el vivero, en casa!
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